La democracia aporta palabras nuevas a nuestro vocabulario. También tiene el privilegio de desechar otras.
Libertad e igualdad son las dos palabras más significativas y hermosas del léxico de la democracia. Libertad para pensar y para actuar en consecuencia con uno mismo. Igualdad para apreciar el valor de otra persona, sin trabas preconcebidas.
El poder del pueblo era un término olvidado por la sociedad española antes de la entrada del pluralismo. El pueblo es el que tiene la potestad de regir sus designios. A través de la historia hemos visto que el poder estaba siempre en manos de autócratas que decidían sobre la vida y la muerte del pueblo, aquel que los troyanos y babilonios “pueblo llamaron al ayuntamiento de todos los hombres comunalmente…”
Olvidadas estaban también la Justicia y la Tolerancia.
Justicia no sólo para que una persona pueda defender su inocencia, sino también para aquel que la Justicia tiene la obligación de demostrar su culpa, sin rangos ni condición personal.
Tolerancia hacia todas las personas con ideas y creencias distintas a las propias, creando una coexistencia en armonía. Sin embargo, la democracia permite asimismo, tolerancia cero hacia toda aquella persona o grupo de personas que tengan un comportamiento que ponga en peligro esa convivencia libre. La activista norteamericana Helen Keller dijo que “El mayor alcance de la educación es la tolerancia”.
La libertad de expresión es el paradigma de la democracia, sin este derecho fundamental, la humanidad carecería de la posibilidad de la difusión de ideas. En igualdad de condiciones, la libre expresión hace que las personas aprecien la diferencia entre la verdad y la mentira.
En nuestro tiempo, donde las redes sociales difunden ideas, palabras y hechos, el gobierno, y por extensión el ministerio del interior, no puede intentar vetar la libre expresión a conveniencia, amparándose en criterios propagandísticos para mayor control de la sociedad, y al mismo tiempo expandiendo mensajes en los se enaltece el “exterminio” de determinadas personas contrarias a sus pensamientos totalitarios.
La democracia desprecia palabras como el despotismo, la tiranía, la represión, la impunidad, la persecución, el fanatismo... el silencio.
Y acoge palabras tan bellas como el respeto, la ayuda, los derechos, las obligaciones, la independencia, el voto... las urnas.
“La dictadura se presenta acorazada porque ha de vencer. La democracia se presenta desnuda porque ha de convencer”. Antonio Gala
La imagen es de Francisco Anzola en Flickr.
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