Dignidad humanaSegún Pico della Mirandola solo el que sabe y puede gobernarse a sí mismo, según un principio racional, será una persona libre.

La dignidad de una persona es su derecho más valioso, lo que le hace diferente de otro ser sin inteligencia o con menos inteligencia, porque me planteo la pregunta de si es el hombre el único con ese derecho tan “humano”.

Si la dignidad hace a una persona merecedora de respeto, cuando esta se ausenta, el respeto desaparece. Y aunque todos somos muy dignos de consideración, si se justifica una irracionalidad, dejaremos de ser dignos y respetados.

La excepcionalidad del ser humano, le lleva en multitud de ocasiones, a creerse en el derecho de una existencia inteligente y única.

La doxa con la que algunos políticos nos sorprenden últimamente, mezclando engañosamente sus opiniones con falsas verdades, alterando vergonzosamente su dignidad, nos devuelven al estado al que nos tenían acostumbrados: vender su dignidad por unos pobres insultos que demuestran, una vez más, hasta dónde es capaz de llegar una persona en un ataque de ira.

La dignidad se pierde al mismo tiempo que la vergüenza.

Las personas que se dedican a trabajar por el pueblo, tienen que tener estas dos virtudes. La carencia de ellas solo indica el poco respeto que merecen, tanto política como personalmente, porque al fin y al cabo, la dignidad humana nos hace íntegros.

“La necesidad práctica de obrar conforme a este principio, es decir, el deber, no se basa en sentimientos, impulsos ni inclinaciones, sino simplemente en la relación de los seres racionales entre sí, [relación] en la que la voluntad de un ser racional debe considerarse a la vez como legisladora, porque de otro modo no podría pensarse como fin en sí misma. Así pues, la razón refiere toda máxima [o regla de actuación] de la voluntad como universalmente legisladora a cualquier otra voluntad y también a toda acción respecto de sí misma, y no por algún otro motivo práctico o ventaja futura, sino por la idea de la dignidad de un ser racional que no obedece a ninguna otra ley sino a aquella que él mismo se da.”

Kant  ya lo dejó dicho.

La imagen pertenece al cuadro de Miguel Angel, La Creación de Adán en la Capilla Sixtina.

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