Las mezclas, raras veces son beneficiosas. Las hay para todos los gustos, desde la más exquisita y británica de James Bond como aquella de “mezclado, no agitado”, hasta la más explosiva unión de deuterio y tritio. Puede ser igual de peligrosa una copa con 007 que un compuesto mortal sobre Hiroshima.
Si mezclamos alcohol, dícese bebida alcohólica, llegamos a un punto de alto riesgo para nuestra actividad motriz y de percepción de la realidad, pero este cóctel si no va a más, pasará sin mayor complicación.
El revoltijo que se hace con las preferencias económicas, sabemos que tarde o temprano acabará mal. No es por nada, sólo que si se pretende abarcar más de lo aconsejado o moralmente correcto se puede acabar en Soto del Real, en el mejor de los casos, que como todos sabemos no es un campo de golf de tierras gaditanas, pero sí una estancia diurna y nocturna para malhechores.
Cuando el batiburrillo es amoroso, mal vamos. No pretendamos sacar rendimiento a la lujuria constante de la que el hombre hace gala, no hay milagros ni magia, hay ciencia, infusa si me apuras, pero ciencia, y el cuerpo tiene límites. Por mucho que se alardee de colores azules y de amantes deleitosos/as, la mezcolanza de ejemplaridad e hipocresía que esto desprende, terminará en un posible gatillazo, privado o público.
La miscelánea religiosa es de lo más interesante. Por un lado está la creencia que pasa de padres a hijos, de maestros a alumnos, de tíos a sobrinos, en fin que es como una casa: se hereda. Pero si la herencia se mezcla con intereses, ya sean económicos, personales o de influencia externa, la amalgama que se produce, hacen temblar los cimientos terrenales.
Si combinamos la doctrina budista con la fe cristiana o el credo de Mahoma con el confucionismo, el compuesto que obtenemos será una vida de inquietud y preocupación por llevar nuestro dogma de fe hasta las últimas consecuencias, cosa que por otro lado no es lo más acertado, si queremos mantener la salud mental en óptimas condiciones.
Igual ocurre con la mixtura política, tan nefasto es el exceso de ideales, como la ausencia de ellos. Y peor aún cuando se intenta sacar una aleación pura de varios principios políticos, sin tener en cuenta las incongruencias que esto origina.
Pero el hombre es un ser compuesto y tiende a mezclar la vida con lo que encuentra a su alcance: amor, religión, dinero y poder. Quizás sea esto último lo que pierda al descendiente del Hombre de Cro-Magnon: su deseo de poder, eso sí, mezclando si es posible, churras con merinas, que al fin y al cabo, ambas dan buena lana y no hay que ser quisquillosos.
Comments powered by CComment