De todos es sabido que nuestra lengua, castellana o española -otro día profundizaremos en la conveniencia de utilizar uno u otro término-, tiene tal riqueza gramatical, que es difícil conocer todas las acepciones que puede tener una sola palabra.
Hay unos vocablos que dan pie a innumerables significados, no solo al escribirlos sino también al pronunciarlos, por eso hay que tener clara su expresividad, para que su sentido sea nítido y no lleve a confusiones.
Uno de ellos, es el término “claro”. Todo el mundo sabe que puede ser algo con mucha luz, puede ser algo evidente, transparente, puro, sincero....¿pero cómo expresaríamos esta palabra para dar énfasis a un estado de ánimo, una afirmación o una negación?
Mi amigo Seán, como buen irlandés, que no inglés, siente especial predilección por esta expresión, y practica el “fliping” cuando la utilizamos en cualquier conversación, ¡claro está!.
Después de dejarle claro los significados más comunes, es cuando entramos en el lenguaje profundo, donde la elocuencia andaluza deja constancia de su gracia y encanto. ¡¡¡Claro!!!
Con sonido claro y conciso le dejamos ver, que su disponibilidad para reflejar dicha palabra en otro idioma, no está claro. Aún así, él se siente en la necesidad de dejar clara su confianza en el buen resultado del aprendizaje.
Él también tiene claro que la profusión de palabras en nuestro idioma, lo lleva al alucinamiento si además la mezcla es local o regional. Y, claro, su desconcierto lo coloca en la más absoluta debilidad lingüística.
Entre el claro de luna y el claro climático, nuestro amigo Sean, tiene claro que su preferencia por nuestra tierra, es la fama por lo claro que hablamos y lo claro que nos expresamos.
Hay que destacar así mismo que según nuestro estado de ánimo, por la inflexión dada al término, el resultado es de lo más revelador.
De este modo, al pronunciar “claro, claro”, podemos estar afirmando; sin embargo, si decimos “claro, claro” también podemos estar negando y además con ironía.
Si lo que pretendemos es que quede constancia de que lo que nos anuncian no es convincente, alargamos la "a" hasta donde creamos conveniente: “¡claaaaro!”.
Sin embargo, lo más fácil y directo para demostrar nuestra conformidad será un sencillo “claro”, justo donde se agrupa la expresividad de nuestra claridad lingüística.
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