buen-comportamientoTenía doce años cuando lancé mi primera protesta. Y no fue cualquier cosa: manifestaba mi disconformidad hacia lo que consideraba una injusticia y una discriminación social.

El problema fue que lo hice en solitario. Mis compañeros se quedaron rezagados y algo asustados.

 

Era la hora del recreo y después de tener claro que teníamos que demandar una solución, me acerqué al sr. director y así le expuse nuestras quejas: “Nos parece una injusticia que los alumnos que utilizamos el trasporte escolar y el comedor, seamos los únicos que "ayudamos" en las tareas del comedor y los demás, que no se desplazan, no se les “requiera” la colaboración en la limpieza, teniendo en cuenta que todos pagamos por el servicio que se nos presta”.

La diferencia era que los venidos de fuera, teníamos becas para ésta prestación. Pero no era ayuda lo que se nos pedía: preparábamos las mesas, servíamos la comida, retirábamos los platos y por supuesto, fregábamos suelos y menaje de cocina. Lo dejábamos todo impoluto para más de cien niños y algo más de diez maestros.

D. Arturo, con la magnanimidad de la que hacía gala, contestó a mi reivindicación: “¿Crees que es injusto que tengáis que trabajar en el comedor porque tus compañeros de aquí no lo hacen?, no te preocupes, para quitarle trabajo a ellos, lo harás tú durante toda la semana”.

Por supuesto, no hubo lugar a mi derecho a réplica, ni a una justa defensa de mi parte. Hay que tener en cuenta que solo era una alumna de doce años en unos tiempos difíciles, donde la educación era un privilegio y no un derecho. Las protestas se dejaban para los noticiarios y se vivían desde la distancia.

A lo largo de los años he protestado, reclamado, rebelado, demandado en muchas ocasiones y por muy distintas causas. Y desde luego, la actitud de D. Arturo consiguió que mis demandas y mi empeño para que las injusticias no prosperasen, se hiciese aún mayor.

Por desgracia, parece que volvemos a tiempos pretéritos, donde estudiar cuesta a las familias un esfuerzo económico extremo. También habrá un gran número de personas que se tendrán que “conformar” con una escueta educación secundaria obligatoria. Y tal vez incluso como en tiempos pasados, solo estudien aquellos cuyas rentas paternas lo permitan.

Por eso, ahora, cuando veo a los jóvenes que luchan para que su futuro y el de las siguientes generaciones no corra peligro, los animo y apoyo en la demanda por una educación digna e igualitaria y por unos derechos adquiridos durante años de mucho trabajo y esfuerzo. Primero fueron nuestros mayores y ahora nos corresponde a nosotros tomar el relevo en manifestar el descontento e indignación por lo que consideramos una vuelta al pasado sin otro derecho que el del silencio y el miedo a posibles represalias.

Viñeta sacada de irreverendos.com con licencia Creative Commons.

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