Desde el día 10 a las 14:30 mas ó menos, hasta bien entrada la madrugada del día 11, estuvo nevando casi sin darnos un respiro para deleitarnos en tan magnifico acontecimiento. La noche estaba templada, teniendo en cuenta que estaba nevando. Hacía una noche que animaba a dar paseos bajo la nieve, y gozar un rato sumergiéndonos en una blancura que desgraciadamente al día siguiente desaparecería. Pero no nos decidíamos a dejar ese encanto alpino para refugiarnos al calor del fuego al abrigo del hogar. Queríamos disfrutar hasta el último copo caído esa noche. Ya llegaría la realidad al día siguieParque nevadonte.

Dejamos el coche para calarnos de cristalitos hasta casi la rodilla, y disponernos a dejar constancia de la nevada del siglo, cámara de fotos en mano. Fue espectacular, nos regocijábamos en cada enfoque, hacia donde miraras había una obra de arte, cada encuadre era perfecto, cada imagen te hacía soñar con noches de cuentos de navidad. Y aunque parezca difícil, por la escasez de patrimonio monumental de Zafarraya, se le puede sacar mucho partido, solo hay que buscarlo, y cuando lo encuentras mirarlo desde dentro. Cualquier rincón, una calle, aquella casa vieja... tienen su duende.

Ya no nos quedó más remedio que dejar la noche y la nieve para el día siguiente.

El Rinconcillo nevadoEl sol hizo su aparición estelar, y con él se desvaneció el encanto nocturno, pero hicieron acto de presencia La Torca, La Torrecilla, El Boquete, La Umbría..... se mecían bajo un manto tan espeso de nieve que no se reconocían unas a otras.

¡Estábamos incomunicados! Las tres entradas al polje estaban intransitables y hasta que el maestro de ceremonias, en forma de quitanieves, no hiciera su trabajo, esto seguía siendo virgen y puro. Tardó media jornada en abrir camino.

Mientras tanto, salimos de nuevo a disfrutar de la nívea blancura del Llano. Ya casi todo el pueblo, sin hacer caso al frío, salió a hacer bolas de nieve y jugar. Los muñecos, de todos los tamaños y tendencias, nos sonreían a cada paso y saludaban con sus extremidades algo inestables. Creo que todo el mundo disfruto del día de nieve, incluso los mayores que dijeron que no habían visto semejante nevada desde hacía muchos, muchos años.

Por la tarde, después de recuperarnos con unas buenas gachas con miel, teníamos más ganas de aventura y, por supuesto cámara en mano, fuimos a darle vuelta a mi adorada Axarquía. Misión imposible. La caravana de vehículos, subiendo y bajando, era de las que hacen época. El Boquete de Zafarraya parecía Pradollano y la bajada del mirador, Borreguiles. Esas criaturas, digo yo, llevarían un destino, no sería solo hacer caravana por el gusto de hacerla. Oteamos mi Axarquía como pudimos y decidimos buscar otra aventura menos peligrosa. Nos llegamos a ver los Sumideros. No parecía el Llano de todos los días.....¿estábamos en los países escandinavos? Pues no, unas matas de tomates y unas coliflores congeladas nos trajeron de vuelta del viaje en el tiempo a través de la llanura antes verde y ahora de un blanco impoluto.

Con el agotamiento que causa tanta aventura, optamos por un descanso merecido, ahora ya si, frente al fuego y con una taza de chocolate calentito.

Aún nos quedarían días de nieve, hielo y frío......mucho frío.

Ax.

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