Tradición y machismo¡Cuántas veces nos hemos refugiado en la tradición para justificar lo injustificable!

Hay tradiciones que intentan ensalzar actos a los que nos hemos acostumbrado y que vemos con total naturalidad. Pero no son dignos de seguir con su uso, tampoco son merecedores de disculpar su lugar en la sociedad que los favorece.

Lo tradicional suele ir ligado a la cultura, al folclore, a la sabiduría popular… Pero hay tradiciones no muy loables y que pasan desapercibidas. Sin embargo, el daño que ocasionan es importante y duradero, insoportablemente duradero.

Las tradiciones que implican discriminación de género, racial, sexual o religioso, son los que el tiempo se encarga de enraizar en la sociedad, enquistando una actitud deleznable en este mundo dispuesto a arremeter contra todo aquel, o aquella, que no siga las normas establecidas.

Nos habituamos tanto a esas tradiciones, que reímos las desafortunadas muestras cómicas que denigran una cultura, una forma de vida o el papel impuesto a la mujer en la sociedad. El miedo a ser distintos del resto de la manada, nos hace ridiculizar a los demás, por el simple hecho de congraciarse con el líder, esperando la aceptación social. Y seguimos sin verlo y nos seguimos riendo de lo gracioso que resulta etiquetar a una persona.

Las tradiciones perniciosas las sufrimos todos, pero con mayor rigor la mujer. A ella se le condena por alterar la armonía que el hombre ha impuesto. Se le culpa ser mujer y todo lo que ello conlleva.

El machismo recurre a la tradición para justificar una sociedad que aún vive de los réditos de una represión de años sombríos. Y se sigue tolerando palabras y actos, que desde la infancia, van creando estereotipos en un mundo que no avanza ni en igualdad, ni en respeto.

Estas incongruencias entre sociedad moderna y digital, chocan con las mentes retrógradas que sólo quieren ver lo que les dejan ver. Ya sea desde una red social o un medio de comunicación, pagado para vender el tipo de mujer que les proporcione más riqueza.

Pero lo que más me preocupa es la infancia y la juventud, a la que se le inculca una encorsetada tradición, una rígida travesía que ha de andarse sin salir del camino para explorar o sin permitir desarrollar una vida que no sea la tan manida cultura tradicional.


Si desde pequeños se permite a los futuros hombres y mujeres, que tengan una visión equivocada de nuestra sociedad y de la función que ha de desarrollar cada uno, separando sus inquietudes y discriminando por género, seguiremos teniendo un gran problema que parece ser no hay intención que erradicar.

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