El derecho a la manifestación está reconocido en la Constitución, todos sabemos eso. Pero lo que quizás no sepamos es que según el motivo de la manifestación o la protesta, seremos admirados o juzgados.
También hay que tener en cuenta el lugar donde se lleve a cabo dicha protesta.
Mi respeto hacia todas las creencias religiosas, ideologías políticas o tendencias sexuales, es ante todo fundamental para poder escribir sobre algo tan preocupante y grave como son las acusaciones por una manifestación en un lugar religioso.
Hay tantas contradicciones que no se puede hacer una única valoración.
Puedo empezar por hablar del lugar donde tuvo lugar la manifestación: una capilla en una universidad pública. Si estamos en un estado aconfesional, supongo que, tanto la universidad como la capilla son públicas, con lo cual, no es muy lógico que aún queden lugares religiosos en espacios públicos y que se sigan manteniendo con dinero de todos los contribuyentes, que por cierto, los que contribuyen con Panamá, son “en su inmensa mayoría” los defensores de que la ubicación de estos santuarios no cambien.
Puedo seguir por la forma de la protesta: mostrar los pechos en una capilla. Bueno, quizás no sea muy ortodoxo la forma de reivindicación, pero es posiblemente la única forma de llamar la atención de fieles e infieles, puesto que somos tan hipócritas, que nos alarmamos ante unos pechos al descubierto en lugar sagrado y la vista de todos, pero callamos cuando el pecado se oculta, aunque sea en el mismo lugar sacro.
La falsedad y el ocultismo con el que se trata cualquier tema religioso, es lo que realmente debería preocupar. Una mujer es juzgada y condenada por enseñar los pechos como protesta, pero no hay condenas para los que, amparándose en una sotana, abusan de menores.
¿Que se puede pensar ante este desmesurado encubrimiento de la iglesia?: Pues que aún estamos atrapados en el tiempo. En ese tiempo en el que el poder se movía bajo palio.
La imagen es de Wikimedia
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