En octubre de 1815 Zafarraya se convirtió en villa independiente de otra alguna gracias a la real cédula que Fernando VII firmó, dando al pueblo la autonomía municipal que le permitió el gobierno y la autogestión que necesitaba.
Desde entonces ha llovido mucho, muchísimo.
Pero hemos llegado a 2015 y el cambio de este pueblo ha sido incesante. Los avatares históricos han dejado huellas, unas con más relevancia que otras, pero nunca indiferentes. Doscientos años de municipalidad dan para mucho.
El paso del tiempo permite que la memoria nos deje nombres y actos para recordar, que sea o no para bien, depende de cada persona, sin embargo, estoy segura que todos aportaron algo a la crónica del pueblo.
Esta historia ha dejado regidores peculiares, contradictorios, intachables, desprendidos, austeros, derrochadores… Una labor ésta, difícil y arriesgada que pone de manifiesto las características de cada uno.
Si lo más importante para todos estos servidores públicos, es su pueblo y sus vecinos, el trabajo que han realizado y realizarán, será recompensado a corto y a largo plazo; esto también está escrito en la biografía de cada pueblo.
Pero si algo quedará en los anales de la historia política de Zafarraya de este 2015, son dos acontecimientos dignos de recordar: el Bicentenario de la Municipalidad y la llegada de la primera mujer a la alcaldía.
Han sido muchos los hombres que han gobernado este campo de pastores en los dos siglos que ahora conmemoramos, pero solo con la entrada de la democracia, las mujeres iniciaron con paso tímido el camino hacia una igualdad de género real, que hiciera posible el empoderamiento femenino de la vida política, social, económica y cultural del Llano.
Siempre se ha relegado el trabajo municipal de la mujer a concejalías relacionadas con la familia, la cultura o el bienestar social, en el convencimiento de que esta era su área de trabajo para la sociedad. Sin embargo, ahora se ha demostrado que la capacidad de trabajo, de lucha, de conocimiento o de liderazgo, no tiene nada que ver con el género de una persona.
El trabajo que tiene esta mujer para los próximos cuatro años no será fácil, al contrario, será una tarea ardua en la que además de gobernar un pueblo, tiene que demostrar, porque así lo pide aún la sociedad, que como mujer puede hacerlo. Y no me cabe duda de que lo hará.
Esta será la mejor demostración de entrega que puede dar a su pueblo: el trabajo bien hecho.
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